Caballos saludando al Sol
El hombre y su caballo viven y sienten un compromiso mutuo que aspira a la perfección. Por eso, esfuerzo y entrenamiento diarios llevan la doma menorquina a alcanzar figuras de enorme dificultad y extraordinaria belleza, determinadas por el comportamiento brioso del ejemplar de raza menorquina, que ha forjado, a lo largo de los años, su peculiar estilo de monta.
Una y otra vez, caballo y jinete se funden en movimiento, ensayando, una y otra vez, lo que ya conocen. Creación. Repetición. Perfeccionamiento.
El caballo menorquín ama la competición. Su comportamiento desafiante frente a otros congéneres aumenta la emoción y tensa la atención del espectador. Para su adiestramiento, los caballeros se reúnen en figuras de doma conjuntas, de dos, de cuatro, de seis, de ocho.... Multiplicidad de la esencia individual.
Observando las evoluciones del animal, su estampa y su capacidad para la doma, puede experimentarse el deseo, casi la necesidad, de poseerlo, como se ansía una joya única, irrepetible y exclusiva. Un deseo inexcusable, que es primario y, al mismo tempo, un lujo.