Origenes del Caballo Menorquín
El viejo mar mediterráneo es cuna del saber occidental y de Historia en mayúscula. Un mar que besa a los distintos pueblos de sus riberas, en un anhelo de paz, meciéndolos con la eterna canción de encuentros y desencuentros, de luchas y batallas, de culturas y de civilización. Menorca, esencia de un pueblo levantado en medio de ese mar. Explosión de potencia en sus playas vírgenes. Cuando el caballo negro menorquín se alza al galope, vuelo de cascos sobre la arena y suaves espumas marinas se abren a su paso, levantando hacia el cielo olas de encaje blanco y estrellas de plata. De nuevo, hombre y bestia, inteligencia y fuerza. Compromiso. Caballos, siempre protagonistas y compañeros del hombre en el devenir del tiempo y sus avatares. Jinete y montura bailando sobre las prehistóricas piedras sagradas que erigieron primitivos pobladores, dejándonos las primeras huellas de su ingenio constructor. Taula de Trepucó, altar o mesa de ofrendas a dioses primitivos. Quizá, tálamo mortuorio para el jefe de la tribu. Tal vez, estratégica atalaya de vigilancia... Construcciones de gigantes en el origen de los tiempos. Murallas de piedra que enmarcan las negras siluetas del animal de raza.